Se trata de uno de los edificios que proyectó en 1902 el arquitecto bilbaíno Severino de Achúcarro con dirección de obra para su discípulo Leonardo Rucabado, una de las mejores muestras de arquitectura ecléctica de la región.
El edifico se restaurará manteniendo fielmente la fachada monumental simétrica con que cuenta, realzando el juego de miradores, la tirolesa de sus muros y los motivos de decoración góticos rematados por el pináculo en la esquina del edificio.